Hay personas que le temen a la muerte, que no les gusta hablar de ella, hay otras a las que les encanta todo lo que tenga que ver con la misma, por ejemplo compran todo lo que tenga figura de calaveras o cráneos, disfrutan de los rituales de día de muertos, leen los libros que hablen sobre qué hay más allá de la muerte, sobre las reencarnaciones, en fin, el tema es tan grande y las opiniones tan variadas.
Hay otras personas, como yo, que le tenemos simplemente un tipo de “respeto” a la muerte, hablamos de ella sólo lo necesario, sólo cuando se nos pide. Yo soy de esas personas que no sabe qué decir en los funerales, que nunca encuentra las palabras para el doliente y termina cambiándolas por un abrazo.
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Hoy estoy escribiendo esto a unas horas de haberme enterado del fallecimiento de mi padre que, aunque tiene poco más de un año que no lo veo, la noticia duele.
Escribo mientras se decide lo que pasará con su cuerpo, mientras mi mente lo asimila. Hace unos días mientras decidíamos en TranquilaMente el contenido para esta semana, yo propuse hablar sobre la consciencia de muerte, no sabía que cobraría tanto sentido para mi.
“Todos nos vamos a morir”, “De algo me he de morir”, son frases que escuchamos a cada rato y por todos lados, pero el que lo sepamos, no significa que seamos realmente conscientes de ello.
Tampoco el saberlo a nivel de razonamiento, significa que nos duela menos la muerte de un ser querido o al enterarnos que nuestra propia muerte está próxima.
Para algunos, el saber que “algún día se van a morir” representa el mejor pretexto para comer, beber y hacer lo que se les antoje, lo que haga que valga la pena haber vivido; sin embargo, irónicamente, muchas de estas conductas son las que ponen en riesgo la propia vida. Y en este punto quisiera aclarar que mi intención no es juzgar a los que piensan o actúan así sino, sencillamente, traerlo a la mesa, a la consciencia.
Y es que, tomar consciencia de la muerte implica tomar responsabilidad de nuestra vida, de qué queremos hacer con nuestro cuerpo, con nuestra rutina del día a día, con nuestras emociones, con las relaciones que tenemos con los demás.
La consciencia de muerte te da la posibilidad de elegir: vivir como si fuera el último día de tu vida o vivir como si fuera el primero. Aunque la diferencia puede ser imperceptible, yo escojo ésta última.
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