Durante semanas el tema de la procrastinación (aplazar una obligación o un trabajo) me ha dado vueltas en la cabeza: quería hablar de eso, sé que a muchos nos pasa, pero temía escribir y que no hiciera clic con lo que las personas esperan.
¿Te ha pasado?
¿Te pasa que quieres/debes/necesitas hacer algo ya sea para tu trabajo, escuela o incluso para tu vida personal, y no logras concretarlo? Eso es a lo que se refiere esta palabra medio difícil de pronunciar.
Hay 2 cosas que pueden pasar con la procrastinación:
Que sea algo que te choca o te da flojera hacer, o piensas que es muy difícil... y prefieres postergarlo.
Que sea algo que te encanta pero no sabes por qué siempre que lo vas a empezar a hacer te distraes con el celular, o te llega un e-mail que no puedes esperar para abrir, o te da hambre, sed o sueño y nada más no logras concentrarte.
![](https://static.wixstatic.com/media/dec73f_8c7846cf1ba94819a6b235e7e5796cb1~mv2.jpg/v1/fill/w_626,h_417,al_c,q_80,enc_auto/dec73f_8c7846cf1ba94819a6b235e7e5796cb1~mv2.jpg)
Más allá de que lo podamos ver como un tema de gestionar adecuadamente el tiempo, de mejorar hábitos y de saber priorizar (que por supuesto es importante) quiero abordarlo desde las emociones y pensamientos que hay detrás de nuestra “facilidad” para posponer tareas ya que, independientemente si es una actividad que nos gusta o no, a mi parecer, postergar tiene una raíz: LA INSEGURIDAD.
Y es que, lo que yo he descubierto es que bajo esa falta de energía, concentración, creatividad, iluminación… Se esconde una gran inseguridad respecto a nuestras habilidades para llevar a cabo la tarea. Ya sea algo que tengamos que hacer por deber o porque nos gusta, nos da miedo no cumplir las expectativas, que no salga bien, que no tengamos la respuesta esperada y entonces, nuestro cerebro, más específicamente la amígdala, encargada de procesar las señales de “alerta”, detecta que estamos en “peligro”, que nos vamos a exponer, que va a salir mal, que nos va a causar sufrimiento y como parte de la respuesta de estrés para sobrevivir “nos paralizamos”. Literal, no podemos completar la tarea. Preferimos no hacerla para evitar la burla, la humillación, o que los demás nos juzguen. ¿Todo eso hace nuestro cerebro? Si, sé que puede sonar exagerado, pero acuérdate que el cerebro no distingue entre amenaza real o imaginaria. Siempre que interprete algo como peligroso o amenazante, mandará la señal a nuestro cuerpo para activarse, tensarse, paralizarse o huir.
Pregúntate: ¿Cuándo fue la última vez que ya estabas decidida a hacer ejercicio pero no empezaste porque tu mente te dijo que no tienes fuerza de voluntad?.
O la presentación que tenías que terminar para la junta mensual de resultados, quizá pasaste minutos u horas frente a la computadora, con la pantalla en blanco sin saber por dónde empezar y lo que pasaba por tu mente era: “no soy lo suficientemente inteligente para escribir esto. Incluso si lo soy, ¿qué opinará la gente? ¿qué pasa si lo hago mal?”
Entonces, la tarea nos causa algún malestar (miedo, confusión, frustración, enojo, aburrimiento) por lo que, en lugar de aceptar la situación desagradable, nos distraemos con cosas ya sea más agradables, o por lo menos neutras: ¡Si! justo al momento de iniciar la tarea nos acordamos que no le hemos sacado la punta al lápiz y ese sólo acto nos obliga a enfocar nuestra atención en la misión de conseguir un sacapuntas y en el camino encontramos decenas de actividades más, que nos impiden siquiera empezar la actividad. Incluso esas otras distracciones pueden estar relacionadas con nuestro trabajo (por ejemplo un correo electrónico o responder una llamada), al realizarlas liberamos un poco de dopamina, lo cual produce una sensación de alivio, una gratificación instantánea de finalizar algo, lo que sea, incluso si no es prioridad.
![](https://static.wixstatic.com/media/dec73f_30f23521c1294f1bb0bbbd33d2c72dd4~mv2.jpg/v1/fill/w_626,h_417,al_c,q_80,enc_auto/dec73f_30f23521c1294f1bb0bbbd33d2c72dd4~mv2.jpg)
¿Y qué es lo que pasa después?, que cuando regresamos a la tarea inicial, las emociones desagradables siguen ahí, y al saber que no hemos siquiera empezado, vienen otras emociones y pensamientos asociados como: ¡lo sabía, no soy buena para esto! ¡Nunca logro terminar nada! ¡Esto no es para mi! ¡Debí renunciar hace tiempo! sumado al estrés de que ahora queda menos tiempo para hacerlo.
En defensa de las y los “procrastinadores”, diré que generalmente son personas que quieren hacer tan bien las cosas, que prefieren no hacerlas, para no equivocarse.
¿Y entonces, qué hacer?
Como ya pudiste darte cuenta, tenemos una fuerte adicción a la acción, a realizar tareas pequeñas para obtener la sensación de hacer algo, aunque esas tareas no estén relacionadas directamente con tus objetivos así que, lo primero que tienes que trabajar es con esa adicción. Puedes intentar lo siguiente:
1. Date cuenta
Antes de empezar a trabajar, siéntate frente a tu computadora, sin prenderla. No hagas nada, sólo quédate quieto(a) por 2-3 minutos. Respira. Si durante este tiempo notas inquietud por prender la computadora, entonces es la confirmación de tu adicción a la acción.
2. Respeta tus prioridades
Haz una lista de prioridades y comienza por hacer la tarea que tengas en el primer lugar de la lista, ten a la mano sólo el material necesario (si abres facebook o cualquier otra página innecesaria, lo más probable es que termines distrayéndote) si no necesitas el correo electrónico para esa actividad, no lo abras hasta que la termines.
3. Entrena tu mente
Respirar, aunque es un proceso básico, puede ser tu gran aliado para detenerte a observar los pensamientos y emociones que origina una tarea y los mismos que te hacen posponerla, así que pon una alarma cada hora para hacer de 2 a 3 respiraciones conscientes (es decir, centrando tu atención sólo en el proceso de respirar), quizá al principio puedas tener la sensación de más ansiedad, pero con el tiempo te acostumbrarás y detectarás cuando estés actuando por impulso. Ese segundo de pausa, te puede ayudar a decidir mejor qué actividad es más importante hacer y podrás gestionar adecuadamente tu energía para terminarla.
4. Reflexiona
Tómate un tiempo para reflexionar sobre las tareas poco importantes que realizas a lo largo del día, ¿hay alguna emoción que esté presente? No intentes evitar la emoción, sólo date cuenta. Si quieres puedes anotar: actividad / emoción / pensamiento presente, así, después de algunos días te sorprenderás al revisar la lista y detectar que muchas de estas emociones y pensamientos se repiten.
5. No te juzgues
No quieras cambiar de cero a cien en un sólo día ya que, además de ser imposible, sólo te ocasionará más pensamientos y emociones de frustración. Practica un día a la vez.
¿Quieres que te acompañemos a descubrir, entender y gestionar tus pensamientos y emociones para que no limiten tu productividad? Da clic aquí
![](https://static.wixstatic.com/media/dec73f_9cde0500798843af9b33079d0ad739f6~mv2.jpg/v1/fill/w_626,h_418,al_c,q_80,enc_auto/dec73f_9cde0500798843af9b33079d0ad739f6~mv2.jpg)
Comments