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¿Estar estresado/a es normal?

Foto del escritor: tranquilamentepybtranquilamentepyb

Actualizado: 1 jul 2020

Imagina que es de noche y vas camino a tu casa, pasas por una calle poco transitada, está oscuro y tú vas caminando solo o sola. De repente, ves a lo lejos una persona que camina hacia ti, notas que trae una sudadera con gorra y las manos dentro de las bolsas. Notas que tu corazón comienza a palpitar a prisa, tu respiración es más acelerada, te empiezan a sudar las manos y comienzas a caminar más rápido, mientras sujetas con fuerza tus pertenencias. Decides cruzar al otro lado de la calle para evitar a esa persona. Pronto llegas a la avenida más cercana, donde está iluminado, hay más gente y un policía en el semáforo. Te das cuenta que esa persona que habías visto tomó otro rumbo y desapareció de tu camino. Exhalas con fuerza y viene a ti una sensación de tranquilidad.


La situación que acabas de imaginar es un claro ejemplo de estrés. El estrés se define como la reacción física automática ante una amenaza o un peligro, es una respuesta natural del organismo cuya función es adaptarlo a los cambios del medio ambiente, cuando nos enfrentamos a algo nuevo, incómodo o amenazante; en el caso del ejemplo percibimos esa escena como de posible asalto y todas las reacciones de nuestro cuerpo nos ayudaron a huir y ponernos a salvo.


Hasta aquí pareciera que el estrés es algo benéfico, y hasta cierto grado lo es, ya que se convierte en un aliado contra las amenazas. Entonces, ¿en qué momento se vuelve dañino?. La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, en el año de 1990, en un análisis de la situación de la salud de los trabajadores, reconocen al estrés como una de las enfermedades del presente siglo. Sin embargo, no solamente sucede en el contexto laboral, también se presenta en los diferentes ámbitos de nuestra vida, en la escuela, con nuestra familia, amigos, pareja, incluso en la relación que tenemos con nosotros mismos. Justo en este punto, es cuando el estrés deja de ser funcional y comienza a perjudicarnos en nuestro día a día.


Quiero compartirte cómo es que he vivido el estrés en mi vida. Desde que recuerdo, he sido una persona que quiere que todo esté en orden y salga perfecto, tener control sobre todos los factores implicados, evitar problemas con todo mundo y dar esta apariencia de una persona con temple. Cuando era niña buscaba sacar 10 en todas las materias, tener siempre mi uniforme limpio, que mis respuestas a las preguntas de los maestros fueran las más completas, ser de la escolta, estar en el cuadro de honor, hacer todo para ser la mejor de la clase. Como hermana mayor, por supuesto soy el ejemplo a seguir, la inteligente, la que siempre sabe qué hacer, la que mantiene la calma en momentos difíciles. Cuando estudiaba la Universidad, este patrón seguía presente y se acrecentaba cada vez más, porque sumado a las exigencias que yo misma ya traía, comencé a sumar todo eso que se dice de los psicólogos, que saben manejar sus emociones, que tienen que solucionar sus problemas de la mejor manera, tener una respuesta para todo, como si el hecho de ser psicólogo nos hiciera dejar de ser personas.


Hasta ese punto pareciera que había logrado mi cometido: “tener todo bajo control”, o por lo menos dar esa apariencia a los demás. Aunque por dentro me pasaba que sentía cargar el mundo sobre mis hombros, tenía esta sensación de estar saturada todo el tiempo y no poder tener un momento libre para mí o simplemente para no hacer nada. Mis pensamientos a mil por hora de todo lo que tenía que hacer, de cosas desagradables que había vivido y por supuesto de soñar con mi futuro. Todo esto me hacía sentir agobiada, preocupada, presionada y cuando algo no salía como yo quería por supuesto que me causaba mucho enojo, frustración, me culpaba por haberme equivocado y eso me llevaba a sentirme triste, incapaz de lograr las cosas que me proponía. Aunque claro que todo esto se quedaba dentro de mí, porque yo seguía ante los demás con mi postura de “todo está bien”. Y por supuesto, mi cuerpo me gritaba que me detuviera: la famosa somatización, el cuerpo habla lo que nosotros no decimos. Tenía gastritis, colitis, dermatitis y demás “itis” que te puedas imaginar; cansancio terrible, dolor de cuerpo, contractura muscular, ligeros mareos, me enfermaba de la garganta muy frecuentemente.


Además de las manifestaciones en mi cuerpo, lo que más me llamó la atención fue esa sensación de no estar disfrutando de la vida y no estaba satisfecha con quien era, lo que había logrado. Darme cuenta fue doloroso, más allá de lo que sentía y pensaba, en particular el hecho de ver que la premisa con la que había construído mi vida se desmoronaba ante mí, cambió el “todo está bajo control” por “no puedo más”.


Justo en este punto, es cuando me doy cuenta que el estrés no es normal, que vivirlo de la manera en la que lo estaba haciendo, me había llevado a tener afectaciones en las diferentes áreas de mi vida, en la relación con los demás, mi forma de pensar y por supuesto, mi estado emocional.


Sé que tú no lo has vivido como yo, que tienes tu propia historia; pero, te puedo asegurar que tenemos puntos en común, porque el estrés se manifiesta de formas similares, por ello puedo comprender por lo que estás pasando.


Espero que al leer estas líneas puedas responderte si estar estresado o estresada es normal.


Darte cuenta y reconocerlo es el primer paso para poder vivir tranquilamente.


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