Seguramente has escuchado o dicho frases como: “Lloras por todo”. “Lo único que sabes hacer es llorar”. “No llores”. “Los hombres no lloran”. “Las niñas bonitas no lloran”.
Pero, ¿En qué momento llorar se convirtió en algo tan malo?
Llorar es un proceso fisiológico de depuración orgánica, al igual que el vómito, la diarrea o el fluido nasal. Pero además, el llanto es un medio de comunicación. A través del llanto podemos comunicar tristeza, enojo, dolor, miedo y también alegría. Sin embargo, culturalmente se le ha dado una connotación casi totalmente negativa ya que es considerado un signo de debilidad, de flaqueza, de inmadurez; por si fuera poco es comúnmente más asociado a las mujeres, así que pareciera que al llorar, llevas todas las de perder.
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Si esto resuena contigo, si te pasa que llorar se ha vuelto tu medio de comunicación por default, puede ser que te preguntes ¿Por qué?. ¿Por qué cuando quiero resolver un conflicto con mi pareja, lloro?. ¿Por qué cuando siento estrés o algún malestar en el trabajo, lloro?. ¿Por qué cuando no sé qué decir, llorar es mi único remedio?
Lloras, porque durante mucho tiempo has tratado de evitarlo. Por todo lo que se fue acumulando cuando sentiste algún dolor físico y dijiste: “tengo que ser fuerte”, cuando te sentiste triste y pensaste: “no me pueden ver así”, cuando al enojarte por una situación que te pareció injusta, en lugar de alzar la voz, te quedaste callada (o).
Independientemente de la situación que te provoque sentirte así, la respuesta casi automática es querer evitar llorar. No quieres llorar en el trabajo y que piensen que no sabes manejar tus emociones; no quieres llorar con tu pareja y crea que es un chantaje; y así vas por la vida aguantándote las ganas.
Quizá te parezca un ejemplo incómodo pero, ¿qué pasaría si al tener ganas de vomitar, te aguantaras? ¿Cuánto tiempo resistirías? ¿Cómo te sentirías? Exacto, te seguirías sintiendo mal, con la necesidad de expulsar lo que te hace daño y también lo más probable es que, al ser un mecanismo fisiológico, el vómito termine saliendo contra tu voluntad. Y siguiendo con este ejemplo, ¿recuerdas qué pasa después de vomitar? Después que pasó el reflejo en tu estómago y en tu pecho, después de ponerte roja y llenarse tus ojos de lágrimas, una vez que todo ha salido… ¡Sí!, te sientes mejor. Y lo mismo pasa con el llanto.
Ese nudo en la garganta que llega con las emociones intensas, son las ganas de llorar que te has resistido por miedo a parecer vulnerable o sentirte fuera de lugar. Lo que sucede cuando durante mucho tiempo evitamos el llanto, es que terminará saliendo, de modo quizá desproporcionado, por eso hoy quiero recomendarte que te permitas llorar.
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Beneficios de llorar
Como te platicaba al principio, el llanto es un proceso fisiológico y éste es regulado por el Sistema Nervioso Parasimpático, este sistema es el encargado de la respuesta de relajación y descanso del cuerpo tras un esfuerzo. Además, al llorar se liberan 2 hormonas: oxitocina y endorfina las cuales (junto con la serotonina y dopamina) son consideradas como las hormonas de la felicidad, es decir, nos hacen sentir aliviados tanto física como emocionalmente. Por lo tanto, es normal que después de llorar te sientas más tranquila, en calma pero también cansada y con necesidad de dormir, está bien hacerlo ya que podrás reponer energías.
Al permitirte llorar, posibilitas ese proceso biológico normal de depuración y de regulación emocional. Aunque, debo aclarar que el llanto deja de tener beneficios o ser terapéutico, cuando le pones un juicio o pensamiento como: “no voy a salir de esto”, “nunca me sentiré mejor”, “soy un desastre” etc. y también cuando lo haces por berrinche o para llamar la atención. En este proceso, lo más importante es lo que identificas en ti, en tu cuerpo, que lo observes con curiosidad y compasión; que no esperes a que los demás respondan ya que, por el mismo contexto que le damos al llanto, muchas veces no sabemos cómo reaccionar cuando el otro llora. De ahí la importancia que seas tú misma o tú mismo, quien se reconozca y quien se abrace en esos momentos.
Te invito a que te permitas llorar conscientemente, ya sea que lo hagas justo cuando tienes una emoción intensa o, si no fuera en ese momento, que busques un espacio y tiempo en donde te sientas segura (o) para hacerlo. Llorar con consciencia significa que prestes atención al proceso completo, sin juzgarte, permitiéndote experimentar toda la gama de sensaciones físicas, emociones y pensamientos que acompañan al acto de llorar.
Y una vez que lo hayas hecho, ahora podrás responder a la situación con más calma y claridad, lo que te permitirá tomar decisiones más conscientes.
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